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Personal
Statement

Empezaré presentándome. Me llamo Adrián, mientras escribo esto tengo 21 años, y desde siempre he tenido muy claro que quiero hacer cine. 

 

Ya de niño era alguien con una mente inquieta, que generaba ideas constantemente, miles por minuto, sin saber dónde ponerlas o qué hacer con ellas. Siempre he tenido una imaginación desbordante. Tanto que, incluso a día de hoy, constantemente se apodera de mi cabeza sin que yo pueda hacer nada; simplemente (a veces sin siquiera darme cuenta) dejo de prestar atención al mundo real, me adentro en mi imaginación y tomo un viaje de ruta indefinida a través de la maraña de mis pensamientos, a cada cual más descabellado. Para mí requiere un esfuerzo muy consciente mantenerme centrado en el mundo real. Puede que eso se deba a que la realidad siempre me ha parecido un lugar más bien insípido. 

 

Es por eso que la ficción ha sido para mí un salvavidas. En el momento en el que descubrí que yo también podía inventar mis propias historias, supe que había un lugar donde era posible volcar todas esas ideas descabelladas que hasta entonces habitaban solo en mi cabeza, deseando escapar de una vez. Por aquél entonces mi yo de ocho años decidió que de mayor quería ser cuentacuentos. 

 

Mi introducción al cine fue a través de las películas de animación. Todavía recuerdo la caja del VHS de Toy Story en una estantería del piso de mi infancia. No sabría decir cuántas veces la vi. Demasiadas, diría probablemente mi maestra de infantil, quien una vez le dijo a mis padres que su hijo tenía “demasiadas cosas en la cabeza”. No le faltaba razón. Algunas de las imágenes de las películas que veía se me quedaron grabadas en la memoria. Replicaba lo que había visto en Toy Story con mis juguetes. Sabía recitar de memoria el guion de Shrek. El cine cambió para siempre mi forma de ver el mundo. Mis padres todavía me cuentan en forma de anécdota cómica lo primero que escribí con unas letras magnéticas sobre un cajón metálico. Los niños normales habrían escrito “mamá”, “casa”,  “perro”, quizás. Pero a mí sólo se me ocurrió escribir “Dreamworks”. 

 

Un día, a los diez años, mientras veía otra película de Pixar, Wall-E, pensé: “Esta es exactamente la historia que habría contado yo. Ojalá algún día llegue a hacer algo así.” Desde entonces he tenido como meta en la vida hacer exactamente eso. 

 

Para mi el cine es un refugio que me permite escapar del mundo real. Le estoy eternamente agradecido a todos los cineastas que me han ayudado a esconderme de la realidad creando arte. Bong Joon-ho, Paul Thomas Anderson, Denis Villeneuve, Damien Chazelle, Hayao Miyazaki, todos ellos y muchos más han creado mundos a los que me gusta escapar de vez en cuando. Ojalá un día pueda hacer lo mismo.

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Adrián Olmedo

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